El Libro del Origen
Sobre El Libro del Origen
[presentación del autor y los editores]
El Libro del Origen se erige como una síntesis y, al mismo tiempo, como un punto de partida. Lo que plantea no es una mera especulación filosófica, ni tampoco un tratado técnico, sino una cartografía viva de la realidad tal como puede comprenderse desde la premisa fundamental de Charismathéia (ese campo originario, acrónico, que sostiene y desborda todo, más allá de la materia y del tiempo, pero reflejándose en ellos).
En esta visión, la existencia humana se reconoce como tránsito, ida y vuelta, entre esa realidad profunda y la realidad concreta del mundo. Y en ese viaje el ser humano, con su esfuerzo y su fragilidad, ha descubierto, inventado y creado múltiples herramientas (desde el fuego, la palabra y el número, hasta las máquinas, las redes y la inteligencia artificial). Todas estas invenciones han conformado una superestructura tecnológica que hoy organiza la vida en torno al conocimiento mismo y a los flujos —cada vez más veloces e interconectados— de información y saber (flujos que no son neutrales: modelan al hombre tanto como el hombre los modela).
Pero este recorrido no se ha sostenido únicamente en lo material. Desde los albores de la historia, la imaginación se ha revelado como recurso esencial, fuerza básica del progreso humano. Gracias a ella el hombre se dio un lenguaje (y tras el lenguaje, la posibilidad de someter cualquier idea a la cadena imaginativa, multiplicándola y proyectándola en nuevas disciplinas). En este sentido, la estructura del lenguaje se convirtió en matriz de pensamiento y de cultura (tal como lo explicaron, en otro registro, Lévi-Strauss, Jakobson, Foucault, etc.).
La contemporaneidad tecnológica exige ahora una redefinición de esta actividad eidética. Y es aquí donde aparece el concepto de Eidogénesis: no como ruptura absoluta, sino como continuidad transformada. Eidogénesis nombra la capacidad y el ejercicio de generar ideas (traerlas a la luz, darles forma visible, incubarlas como semillas de futuro). Es, a la vez, inventiva y creatividad, pero también disciplina y apertura, pues se funda en principios holísticos, transversales e interdisciplinarios (ejemplos podrían hallarse en la convergencia entre ciencia y arte, en la biotecnología, en la inteligencia colectiva).
Eidogénesis propone, además, un cambio de paradigma: pasar de una matriz basada en la imagen y el artificio —propia de la posmodernidad, con su proliferación y juego de formas— hacia una matriz fundada en la idea y en la naturaleza, como ejes de desarrollo para el futuro. Este viraje no ocurre solo por voluntad cultural, sino porque la misma ciencia empuja hacia él: la ciencia es hoy la fuerza que tira, que conduce y exige ese tránsito, al abrir nuevas dimensiones del conocimiento y señalar los límites de los modelos anteriores.
Este impulso no surge de la nada. Ya Platón había vislumbrado algo semejante al identificar idea, imagen y forma como dimensiones de lo real (más tarde, las nociones de estructura o de sistema prolongarían esta intuición). La posmodernidad, por su parte, expandió y liberó las formas de expresión, combinándolas de manera a veces lúdica, a veces caótica. Sin embargo, lo posmoderno no alcanza para responder a la demanda de una cultura propia de la era tecnológica. Por ello se vuelve necesario un nuevo enfoque (y ese enfoque es lo que aquí se propone bajo el nombre de Eidogénesis).
En este horizonte, la pregunta esencial permanece: ¿de dónde proceden las ideas? ¿a dónde van y hacia qué nos conducen? Es en este punto donde irrumpe Charismathéia como instancia explicativa y como espacio de fe y certezas (no en el sentido dogmático de las religiones ni en la mera acumulación del conocimiento científico, sino en un nivel más profundo, donde se abrazan humildad y amor propio como condiciones de la existencia humana).
Así, el Libro del Origen se sitúa en ese umbral: ofrece una prospectiva sincrónica en la cultura (leer lo presente en todas sus capas a la vez) y, al mismo tiempo, una propuesta evolutiva para la civilización futura. Su núcleo no es solo una teoría, sino una invitación: a mirar de nuevo el origen y abrirnos a él; a asumir con humildad y dignidad, nuestra condición humana creadora, en el campo mayor de Charismathéia.
[presentación del autor y los editores]
El Libro del Origen se erige como una síntesis y, al mismo tiempo, como un punto de partida. Lo que plantea no es una mera especulación filosófica, ni tampoco un tratado técnico, sino una cartografía viva de la realidad tal como puede comprenderse desde la premisa fundamental de Charismathéia (ese campo originario, acrónico, que sostiene y desborda todo, más allá de la materia y del tiempo, pero reflejándose en ellos).
En esta visión, la existencia humana se reconoce como tránsito, ida y vuelta, entre esa realidad profunda y la realidad concreta del mundo. Y en ese viaje el ser humano, con su esfuerzo y su fragilidad, ha descubierto, inventado y creado múltiples herramientas (desde el fuego, la palabra y el número, hasta las máquinas, las redes y la inteligencia artificial). Todas estas invenciones han conformado una superestructura tecnológica que hoy organiza la vida en torno al conocimiento mismo y a los flujos —cada vez más veloces e interconectados— de información y saber (flujos que no son neutrales: modelan al hombre tanto como el hombre los modela).
Pero este recorrido no se ha sostenido únicamente en lo material. Desde los albores de la historia, la imaginación se ha revelado como recurso esencial, fuerza básica del progreso humano. Gracias a ella el hombre se dio un lenguaje (y tras el lenguaje, la posibilidad de someter cualquier idea a la cadena imaginativa, multiplicándola y proyectándola en nuevas disciplinas). En este sentido, la estructura del lenguaje se convirtió en matriz de pensamiento y de cultura (tal como lo explicaron, en otro registro, Lévi-Strauss, Jakobson, Foucault, etc.).
La contemporaneidad tecnológica exige ahora una redefinición de esta actividad eidética. Y es aquí donde aparece el concepto de Eidogénesis: no como ruptura absoluta, sino como continuidad transformada. Eidogénesis nombra la capacidad y el ejercicio de generar ideas (traerlas a la luz, darles forma visible, incubarlas como semillas de futuro). Es, a la vez, inventiva y creatividad, pero también disciplina y apertura, pues se funda en principios holísticos, transversales e interdisciplinarios (ejemplos podrían hallarse en la convergencia entre ciencia y arte, en la biotecnología, en la inteligencia colectiva).
Eidogénesis propone, además, un cambio de paradigma: pasar de una matriz basada en la imagen y el artificio —propia de la posmodernidad, con su proliferación y juego de formas— hacia una matriz fundada en la idea y en la naturaleza, como ejes de desarrollo para el futuro. Este viraje no ocurre solo por voluntad cultural, sino porque la misma ciencia empuja hacia él: la ciencia es hoy la fuerza que tira, que conduce y exige ese tránsito, al abrir nuevas dimensiones del conocimiento y señalar los límites de los modelos anteriores.
Este impulso no surge de la nada. Ya Platón había vislumbrado algo semejante al identificar idea, imagen y forma como dimensiones de lo real (más tarde, las nociones de estructura o de sistema prolongarían esta intuición). La posmodernidad, por su parte, expandió y liberó las formas de expresión, combinándolas de manera a veces lúdica, a veces caótica. Sin embargo, lo posmoderno no alcanza para responder a la demanda de una cultura propia de la era tecnológica. Por ello se vuelve necesario un nuevo enfoque (y ese enfoque es lo que aquí se propone bajo el nombre de Eidogénesis).
En este horizonte, la pregunta esencial permanece: ¿de dónde proceden las ideas? ¿a dónde van y hacia qué nos conducen? Es en este punto donde irrumpe Charismathéia como instancia explicativa y como espacio de fe y certezas (no en el sentido dogmático de las religiones ni en la mera acumulación del conocimiento científico, sino en un nivel más profundo, donde se abrazan humildad y amor propio como condiciones de la existencia humana).
Así, el Libro del Origen se sitúa en ese umbral: ofrece una prospectiva sincrónica en la cultura (leer lo presente en todas sus capas a la vez) y, al mismo tiempo, una propuesta evolutiva para la civilización futura. Su núcleo no es solo una teoría, sino una invitación: a mirar de nuevo el origen y abrirnos a él; a asumir con humildad y dignidad, nuestra condición humana creadora, en el campo mayor de Charismathéia.
***
“Un viaje a la forma a través de la luz.”
Manuel Y. Martín-Pahissa
[Esta es una primera edición del Libro del Origen.
Es una edicion directa del infoscripto del autor.
Editada en PDF y accesible contactando por email
con On The Air Ed.]
Info/Orders/Contact: ontheair@airgraphic.com


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